COMENTARIO POLÍTICO AL CAP X
"La legalización de la droga"
1. Hacerse el de la vista gorda, “el inocente”, el que no
sabe lo que está mal.
2. Justificarse ante lo que está mal, bajo el pretexto de
que otros lo hacen.
3. Llamar norma-l
a lo dañino, convertir en norma el mal.
Estas son las estrategias de autoengaño para no asumir
responsabilidades y evadir la conciencia, la ley interiorizada, la censura;
ante un interés “inconfesable” a sus ojos.
El asunto es que, quien así se engaña, lo engañan. El propio
sujeto es el perfecto cómplice de los “abusadores”, de quienes atropellan los
derechos y dignidad ajena y lejos de lograr lo deseado, terminan enredados en
situaciones peligrosas de las que difícilmente podrán salir y
defenderse.
Llama la atención, ahora que se discute la legalización de
la droga, como políticos y gobernantes:
1.
Desestiman (se hacen de la vista gorda) las consecuencias en salud y seguridad, los efectos económicos y sociales, bajo
el pretexto de reducir la violencia entre carteles y los fenómenos de
corrupción. Parecen olvidar que ya pasó con la legalización del alcohol. Pues
quienes se acostumbran a grandes ganancias sin trabajar, migran a otras formas
de delito. Del alcohol a la droga y de la droga a la trata de personas. ¿O es
que también la irán a legalizar?, con los mismos pretextos, que no es más que una
justificación ante su incompetencia y deshonestidad, pues el problema de la
corrupción, no está en el delito sino en la conciencia del funcionario.
2. Se
justifican en que otros Estados lo han hecho. Pero no analizan las diferencias
y consecuencias.
3. Pareciera
que quisieran acabar con el delito y sus consecuencias, acabando con el Estado
de Derecho. “Nada es punible, todo está permitido”, “todo es legal” y así
resolvemos los problemas y sus efectos. Esta posición “ingenua”, "¿inocente"? de
desestimarlos, nos lleva a situaciones peligrosas de las que difícilmente hay
retorno, como sucede con el alcohol, el cual varios países lo padecen como
un problema de salud pública.
Quienes así piensan, no han considerado:
- La destrucción
de proyectos de vida.
- La tragedia familiar.
- El impacto
social por la violencia causada por los adictos
- Los efectos
económicos por “improductividad” de los drogo-dependiente.
- El costo para el
sistema de salud.
El gobierno que así obra, evade
responsabilidades y las traslada a la sociedad, a las familias, al sujeto. Pues
no actúa como contenedor de un mal, sino que deja la responsabilidad a la
ciudadanía. Pasamos del “imperio de la ley” al del “libre albedrío”, posición
más propia de la Iglesia, pero no del
Estado, cuya obligación es velar por el bien común. Y un drogado, es un
peligro para la sociedad. Se empieza con la marihuana, pero los carteles
continuarán ejerciendo el negocio con las demás drogas, y las razones que hay
para legalizar la marihuana, serán las mismas para legalizar el resto.
Los defensores de la legalización nos quieren hacer ver que actúan de manera “muy profesional”, pero la realidad es
que otros son los intereses y son
personales, no sociales.
Que los Estados no resuelvan sus índices de
corrupción, no es problema de la droga: J.M. Santos corrompe el Congreso con
dineros del Estado, los criminales, aunque no sean narcos, a los jueces, la
ciudadanía a los guardas de tránsito cuando infringen la norma, etc. Es en
realidad una falta de “controles efectivos”, que vuelven cultura la
transgresión, la burla de la ley.
Caminar por la vida con rectitud, escoger el
camino del bien, es más difícil e incomodo, pero menos peligroso. Legalizar,
convertir en norma-l la droga, justificaría a quienes no incurren en esa
adicción por evitar la sanción social. Pero acabar con esta, y facilitar el acceso al consumo, lo
incrementaría. ¿Cuántas personas ingerirían alcohol, si lo tuvieran que
adquirir en una olla?
.
El problema de la violencia entre pandillas y
carteles, se acaba con un Estado efectivo y este para llegar a serlo, tiene que
acabar con la corrupción y para lograrlo, necesita gobernantes honestos y en su
defecto, medidas efectivas de control ciudadano. En Colombia por ejemplo, el
narcotráfico se ha fortalecido en los gobiernos liberales de López, Turbay y
Samper y los abanderados de la despenalización, Gaviria y Samper, son también
liberales.. Pero en general, a los gobiernos les ha faltado firmeza para
combatir el narcotráfico. Tuvo que intervenir el gobierno de los EEUU, por
medio de la des-certificación para que se tomaran medidas al respecto. Algunos
por debilidad, otros por desinterés y otros por excesivo interés en que “el negocio”, lejos de acabarse, deje de ser perseguido por la ley. Pero legalizar,
es eso… negocio, no una solución al problema social (como sociedad, como
familia, como sujeto).
¿Qué tal que la ciencia hubiese claudicado
en la lucha contra la lepra, en sus más de 2.000 años de existencia?,
¿Desistimos entonces en la lucha contra el cáncer y el sida y más bien desde el
gobierno, decretamos que es normal?
LAS TRAMPAS DEL
LENGUAJE
Ø
Llamar
“justicia transicional” a la impunidad.
Ø
Llamar
“guerrerista” a los que buscamos justicia.
Ø
Llamar
“cultura” al salvaje espectáculo del sadismo, que son las corridas y otras
formas de maltrato animal.
Ø
Llamar
“nerdos” a la gente responsable.
Ø
Llamar
“vivos” a los deshonestos.
Ø
Llamar
“democracia” a las dictaduras que engañan a los electores y defraudan las
urnas.
Ø
Llamar
“justicia” al sistema penal Colombiano, que no penaliza de forma real, sino
simbólica, Con
la casa por cárcel y excarcelación para los delitos de menos de 4 años de
condena.
Ø
Llamar
perdón a una “íntima complicidad” con el perverso, no arrepentido.
Ø
Llamar
guerrilla a las Farc, cuando no se trata de un ejército del pueblo que se
subleva ante una dictadura, sino un grupo delincuencial, con ambición de poder,
como Pablo Escobar, que intenta “someter” la sociedad a sus intereses e imponer
“su” dictadura, su concepto de Estado al servicio de “sus intereses”.
Ø
Llamar
paz al sometimiento de un pueblo civilizado, no violento y desarmado, ante los criminales por el solo hecho de estar fuertemente armados y obligar a la población a aceptar sus condiciones (pues es difícil creer en la transparencia del
referendo, en un gobierno TRAMPOSO) en nombre del “derecho a la paz”; cuando se
violan los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación de las víctimas
y en lo real, este negociación no traería paz, al contrario, la violencia recrudece por el incremento de la criminalidad de los
desmovilizados.
Más
allá de las palabras, esta la realidad que no se deja engañar.